Manuel siempre había deseado ser invisible. "Me encantaría escuchar lo que los demás dicen de mí," solía decir. Un día, mientras conversaba con su amigo el farmacéutico, surgió el tema de un nuevo producto en la industria farmacéutica.
"¿En serio? ¡Eso suena increíble!" respondió Manuel, con los ojos llenos de entusiasmo.
El farmacéutico, al ver el interés de Manuel, decidió hacer una pequeña broma. Se compinchó con el camarero del bar y otro amigo para llevar a cabo su plan. Días más tarde, se reunieron y le dieron a Manuel la supuesta poción mágica.
"Prueba esto, Manuel. Te prometo que es la poción de invisibilidad," dijo el farmacéutico, entregándole un pequeño frasco.
Manuel, sin dudarlo, bebió el contenido. Poco después, los tres amigos fueron al bar a tomar café. Al llegar, el farmacéutico se acercó al mostrador y pidió tres cafés.
El camarero, siguiendo el juego, respondió: "¿Tres cafés? Pero si solo son dos."
Manuel, sorprendido, preguntó: "¿Qué quieres decir? Estoy aquí."
Los amigos comenzaron a actuar como si no pudieran ver a Manuel, haciendo comentarios y pequeñas bromas, disfrutando del momento. Sin embargo, no todo salió como esperaban. De repente, un conocido de Manuel entró al bar y lo saludó.
"¡Hola, Manuel! ¿Cómo estás?" dijo el conocido, riéndose al ver la cara de sorpresa de Manuel.
Manuel, molesto y avergonzado, se dio cuenta de la broma. "¡No soy invisible!" exclamó, enfadado.
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